Retazos de libertad se desprenden desde mis amigas las baquetas, que golpean como deberíamos golpear a este mundo egoísta, interesado, frágil, cambiante y desigual.
Hoy me levanté con la moral baja y, lejos de querer subirla, decidí navegar a través de ella, para no evitarla, sino sumergirme en ella misma y poder destrozarla desde dentro, así que, antes de dormir la destrozaré o al menos la golpearé como golpeo con mis baquetas.
Baquetas que marcan un latido en mi vida, un latido carnavalero que se divide entre la comparsa reivindicativa y coherente o la chirigota canalla que nada se calla, que con nadie se casa y que ya no está de moda, si es que alguna vez lo estuvo.
Latidos que se repiten, que se aceleran, que se pausan, gente que no cumple lo que promete, promesas que derivan en un mar infinito, infinito que es lo que dije que te querría y mírame, no era más que un charco, charco que una vez crucé y que volveré a hacer a conocerte a mi, mi otra Cádiz, Cádiz siempre Cádiz, porque me tienes encadenado...
Si no fuera observador, no vería tus intenciones, y si tuviera memoria no pararía de retorcerme en ese dolor de un recuerdo que nunca debería existir y que por suerte, tengo facilidad para olvidar.
Es duro actuar desde el miedo el prejuicio o las proyecciones, o quizás más duro darse cuenta a mitad de camino, tanto como recibir una agresión sin saber el motivo.
Noto como poco a poco vuelve a mí esa musa que se fue sin avisar, pero no en la escritura sino en muchas facetas, seguridad, calma paciencia...
Así que nada a salir a detrozar y a volver a esa senda, por cierto, próximamente a Motril...
