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miércoles, mayo 08, 2013

Sangrando...

Mira que me gusta escribir sobre temas alegres e inspiradores, sobre energías positivas y todas esas parafernalias creadas a partir de una sociedad mas bifidusiada, pharmatonada y actimelizada. Y es que hoy volvemos a sangrar por culpa de la tolerancia que, en algunos casos es prima hermana de la estupidez, porque al fin y al cabo tanto el estúpido como el tolerante captan del exterior y son conscientes de las opiniones ajenas, aunque cada uno proceda de manera distinta. Tengo cada vez más demostrado que un "NO" está cada vez peor visto por una sociedad que se queja de los productos que ella misma crea, de consentidos sociales, de huérfanos ambientales, de amistades sintéticas, valores borrosos, estrategias baratas, conversaciones usureras y opiniones nefastas, apolíticas y "atodo". Recuerdo esa marvillosa película de acción futurista y de los noventa en las que Silverter Stallone decía improperios y saltaban multas o en las que nunca supimos como usar esas célebres tres conchas. Esa película la veía tan lejana y cuiriosamente la tenemos aquí al lado, aquí cerca. Hoy se confunden terminos, como se confunden valores, criterios, razones y sentimientos. Y como cromos te cambio la nobleza por la "hiperpocresía" o no me des el cromo de la angosta moral que ese lo tengo repetido muchas veces... te cambio la personalidad por la prepotencia, aunque ni sepa qué es lo primero porque no lo he visto nunca, ni lo segundo porque lo tienes tan interiorizado que es imposible verse el ombligo por dentro, salvo cuando es demasiado tarde. Es buena esta blogoterapia porque sólo tú sabes a qué me refiero con estos términos y porque desde la cobardía del pseudoanonimato y las palabras en clave cual espía del KGB siento esa valentía con red que me permite decir sin decir jugar sin jugármela y ganar sin ganármela. Hoy considero un día ciertamente injusto, porque los que enseñan a no chillar, han chillado, los que enseñan a respetar no han respetado y los adalides de la defensa equitativa en la justicia universal infinita del marquesado de villaquisiera con ducado rubio en cajetín de metal sollado por las esquinas y con óxido procedente del mal encerado, han sido tan injustos como previsiblemente injustos, porque no hay mayor ciego que el que no le han salido los ojos aún e intenta observar con las cuencas oculares, pero sobre todo porque, tras consejos vacíos, propuestas más idealistas que devolver el río por la alameda, contradicciones como trabajo rutinario, se nos olvida que sólo somos unos vendedores de lechugas.