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miércoles, febrero 27, 2013

Lunares...

Sólo tu haces que pase de escribir 1 artículo en dos meses a escribir dos artículos en un día, sólo tu consigues ese hueco para que mis dedos conjuguen este texto donde escribo, divago, pienso, siento, declaro y escupo. De nuevo la noche me acompaña, y, aunque me abandona al amanecer, siempre me da un beso y me dice: descansa y despéjate en el trabajo que por la noche volveremos a vernos. y aquí de nuevo ando, ensimismado con el brillo de aquellos lunares de oro que brillan en tu cielo, porque de nuevo vuelvo a estar en el onceavo, atrás, muy atrás quedó la época de cuando no sabía de tu existencia porque ahora la veo la huelo y la presiento aunque sea de día, porque ahora te entiendo. Cuando pienso en un pozo sin fondo no hago mas que mirarme dentro, y cuando pienso en un fondo sin pozo te miro a ti, a la cuerda locura que desprendes desde esos rayos rebotados a millones de años luz. Es bonito decir que se es feliz, pero más bonito es saber que la felicidad es una excusa, una autoprotección, o un escudo para esconder nuestras pocilgas más rastreras, por eso aprendí a sacar mis pocilgas, a decir que no soy feliz, a decir que tengo pocilgas porque, paradójicamente, esa limpieza y ese muestreo de las pocilgas del ser humano (valga la redundancia), son el duro, dificil y doloroso camino de la felicidad, y por eso quien realmente es feliz nunca lo reconoce, mientras que quien lo dice, sólo es más esclavo de sus condicionamientos, sus complejos y su personaje que le puede, que lo conduce y que lo hace vivir una vida que no es la suya en esta, nuestra corta vida. Con mi mano agarro la ira y la tiro al suelo, con mis ojos observo lo bueno de ti, lo conservo en mi pequeña bolsa de cuero, lo imito, lo recreo y lo reconstruyo. Con mi sonrisa abro caminos, destrozo prejuicios y creo liderazgo, pero con mi mente... con mi mente lo puedo todo. Con mi mente soy libre de todo excepto de mi mismo y de mi otro yo que me persigue y cuanto mas rápido corro más rápido me persigue. Con mi mente soy quien quiero ser, analizo lo que dices, lo digiero y lo incorporo, pero no hay ataduras, siempre voy desnudo, no llevo alajas, voy descalzo, no ando sino que floto y para colmo llego donde quiero y cuando quiero llegar. Es duro reconocer que uno se equivoca pero más duro es pensar que no se equivoca nunca uno, como duro es no tener amigos, pero más duro es tener gente alrededor y estar solo. Dicen que esta vida es dura, cuando lo realmente duro no es la vida sino nuestras estúpidas elecciones. Porque la estupidez es ese estado propio de la condición humana que al menos una vez en la vida nos visita y que en algunos casos viene para quedarse mientras que en otros, nace, crece , se reproduce y muere. Me voy a cenar que va siendo hora, no trateis de entender el blog en su totalidad, no lo entiendo ni yo... Os quiero.

martes, febrero 26, 2013

Divagando

Si hay algo que se me da bien es divagar, aquí, en la infinita soledad de mi mismo, desde este onceavo que está mas cerca de la luna, eterna compañera, que de los ruidos del asfalto, donde los silencios de la gente pretenden dejarme tan sordo que huyo lejos, tan lejos como puedo, tan lejos como dentro de mí. Y es que cada vez me entero mejor de cómo funciona este juego y cada vez quiero jugarlo menos, porque eres consciente de sus reglas y ves el decorado, ves el cartón piedra y descubres un día, casi por casualidad, que lo importante de la obra es la sutileza y la sensibilidad del mensaje que esconde dentro, sólo reservado a esos elegidos que saben desgranar, priorizar y entender. Pero los demás priorizan el decorado, y esta obra, con fecha de caducidad, cada vez habla mas rápido, más sentenciosa y mas pretenciosamente, cada vez cree saber más de si misma y cada vez se equivoca más y más. Cada vez vacío más la mochila, cada vez me quedo con menos y, curiosamente con cosas intangibles, cada vez me preocupo menos por un coche y más porque no me falte mi acorde de guitarra de cada día, cada día me preocupo menos del que dirán y cada vez me preocupo más del qué digo yo, cada vez me preocupo menos de tí y, doblemente irónico, me preocupo más por tí. Si hay algo que admiro, es la sensibilidad, es la complejidad que encierra lo aparentemente sencillo, es la pureza que escupe tu mirada en mi cara, una pureza que no sé, no quiero e incluso temo encarar. Y de tu pureza, que sólo tu tienes, y de tu sinceridad que sólo de tí quise aprender, se forja el camino que quiero recorrer día a día, porque sé que sólo así me alejaré de aquel pueblo, con tantos habitantes, de la demagogia. De pequeño quería ser mayor, y de mayor la gente quiere ser pequeña, pero yo ahora que ya soy mayor no quiero ser pequeño, porque nunca dejé de serlo, ni quiero ser feliz, porque nunca dejé de serlo, ni tampoco quiero un atardecer en la playa de la caleta o desde la azotea de mi casa, porque ya los he vivido y los vivo intensamente. Si algo pidiera ahora que soy mayor sería no tener que pedir nunca nada, ni a mi ni a nadie, porque después tendré que devolverlo, y los interesés de los demás no importan, pero mis propios intereses son caros, muy caros, carísimos, tan caros como cara vendo la tristeza, la pena y la irresponsabilidad. Las vendo tan caras que ya ni siquiera las pido a los proveedores porque nadie me la compra y, gracias a los clientes de los que me he rodeado, no tengo que almacenarla y ya no lo trabajo. Cuando dejas de trabajar la pena y la tristeza, tienes más espacio expositivo para la alegría, para la sensibilidad y para la empatía, y claro, vienen los clientes que tu siempre quisiste que vinieran, porque he ahí el descubrimiento: la amistad no es un fin ni una meta, sino una consecuencia de cultivar una semilla de sonrisas, regarla con constancia y dejarla al aire libre para que le dé el calor y el brillo del amor. Hace tiempo descubrí la interdependendencia, me enamoré de las cosas bien hechas, fuí infiel a mis principios... y a mis finales, lloré por mi bien, reí de mi mal, anduve desde la cama y sobre todo me vestí de vergüenza pero solo con prendas de verano, porque a mi los abrigos nunca me gustaron. Mis zapatos son el realismo, porque son los que me tienen en contacto con este mundo tan injusto como bello, tan bello como extenso, tan extenso como intenso, tan intenso como justo; mis pantalones son la noche, porque ocultan aquellas ciénagas de las que me costó salir y las mejores noches de mi vida y en la camiseta va el día, lleno de colores, de signos, de maravillas, de alegría, de recuerdos y de mucho mucho carnaval. Me voy a la cama, que creo que estoy comenzando a divagar, y cuando divago corro el riesgo de hacer eso que ya no hace casi nadie, corro el riesgo de pensar. Cuidaos y recordad lo mucho que os quiero.