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martes, enero 01, 2013

Mujeres, amor y otros inventos...

Necesito poca luz en los ojos, a Martinez ares en los oidos, un regusto a chocolate en los labios, olor a incienso y un teclado sobre las manos, para este artículo. Hoy quiero hablaros de mujeres, hacía tiempo que quería tratar un artículo sobre ellas, las culpables y las inocentes, las buenas y malas, las que más daño me hicieron y con las que no me porté bien, las que me han hablado mal y las que he dejado de lado, las que fueron injustas conmigo y con las que yo lo fuí. Ha habido mujeres que han querido y no han podido, otras que han podido pero no han querido, otras que ni quisieron ni pudieron, y cuando encontré a quien pudo y quiso, se la llevó una muerte, que no la suya. Conozco mujeres que viviendo a mas de 200 kilómetros nunca les importó una relación, otras que a apenas 20 kilómetros no soportaban la distancia. Sé de mujeres felices con una carta de mi puño y letra y de otras infelices e insatisfechas con un anillo de oro. He visto siempre la misma aparente intención de escuchar pero en sus caras sentimientos muy diferentes, desde extrañeza hasta sutil asco, pasando por interés, amor, alegría y el más doloroso de los sentimientos que se puede hacer hacia un hombre enamorado: el de la amistad. Las hay notarias, pues fichan y dan fe de todos tus movimientos e incluso se atreven a prever, organizar y ordenar los momentos adecuados para cada asunto, sin saber que intentar cambiar a las personas es una osadía y que la libertad de cada uno consiste únicamente en dejar de mirar y no en dejar de hacer a las personas como son si no son para mejorarlas. He visto tanta mujer queriendo ralentizar la vida, el ritmo, el alma o la pasión de su compañero y he sentido mucha trsiteza al ver que las mujeres eficientes, las de verdad las de mil y una vida, se esfuerzan en optimizar a compañeros abnegados por actitud o aptitud... una de esas mujeres quise un día para mí, pero no la encontré sola, con afín o viva. En las tabernas de mi alma es mi paciencia quien paga todas las consumiciones, porque es la única con dinero suficiente y porque la soledad nunca lleva efectivo, la violencia nunca paga ni ha querido pagar y el rencor nunca está invitado a la mesa. Quiero agradecer a todas las mujeres (que no son muchas) que en estos 28 años han pasado por mi vida, por mis labios, por mi cama o por mi cabeza (en ese orden respectivamente descendiente). A las que pasaron por mi vida, no olvideis el camino, que en él podreis encontrarme cuando querais, a las que pasaron por mis labios, que te vaya bonito... A las que pasaron por mi cama, que siento no haber sido el último y a las que pasaron por mi cabeza, que casi me volveis loco, o cuerdo, que es aún peor. Salud