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miércoles, julio 17, 2013

Conversaciones con la Luna lunera

Ay Luna lunera, de nuevo solos tu y yo y de nuevo en estas confesiones tan íntimas como los ojos de los demás nos permitan. Qué te voy a contar yo de fidelidad, si llevas miles de años sin faltar a tu cita nocturna aún sabiendo que el día es más despierto, luminoso y claro, o al menos eso te han contado. Qué te voy a contar de la constancia, si cada año apareces y no marcas nuestro calendario, nuestras mareas y nuestra vida, al menos las de los que creemos que tenemos algo de humanista en nuestra sangre. Qué te voy a contar yo de pureza, si tus cráteres son tapados ante la inmensa blancura que proyectas y haces llegar a nuestros jardines, estanques y a nuestros propios ojos, retinas, mentes y hasta a nuestra piel. Te escribo todo esto porque estoy ciertamente cansado de la falta de coherencia, coherencia que, a fuego me han marcado, me ha puesto a prueba y, no sin antes pasar un calvario, he superado. Mi coherencia me hace más honesto, mi inteligencia más selectivo y mis palabras me hacen a la vez más fuerte y más debil, porque unir palabras honestas te hace estar sólo, mientras que hacer palabras inteligentes te hace caer mal, no obstante las reglas de la coherencia no me permiten otra cosa y gracias al propio don de la palabra, de más d euna y de dos me he librado. Pero no todo el mundo es así y uno de mis mayores defectos, sino el mayor, es esa inusitada capacidad de observar los detalles, hilarlos y sacar esas conclusiones que por mucho que me fastidien, acaban dándome la razón. Y es por eso que quiero hacer un microanálisis de cuanto oigo, veo y escucho. Atrás quedó tal vez una de mis archiconocidas teorías de la incoherencia acerca de las coca colas y las pajitas, hoy quiero explicar sentimientos y, por favor, que nadie se dé por aludido. Empezemos por los frecuentes "yo sé lo que quiero" quienes confunden paradójicamente inseguridad con la mayor de las seguridades, quién realmente sabe lo que quiere no, lo dice, porque le faltan piernas para ir a por ello o, en todo caso lo explica pero no usa esa frase a caballo entre la justificación, la automuralla para esconderse y protegerse de los demás y la confirmación de algo que nadie nunca le pidió que le confirmara. No puedo con la indecisión a grande escala (es decir, no me importa si no te decides por el sabor del helado) tengo la sensación que esa indecisión no es más que una lucha interna entre lo que quiero, lo que quieren que quiera, lo que quiero querer y lo que debería querer fruto de una mala construcción en época temprana de nuestra infancia de ciertos valores o estructuras básicas que, a la postre, sustentarán el resto de nuestra vida. Si detesto la indecisión, aún más la incoherencia, el decir que no miente pero decir "dí que no estoy", confundir estilo con dinero, sonrisas con felicidad, tiempo con espacio, espacio con tiempo, amistad con amor, cultura con aburrimiento, diversión con modernidad, juventud o pago... La incoherencia es como tener un espejo constante delante de nosotros, sólo que pensamos que el reflejo que vemos somos nosotros y no un reflejo y lo peor de todo, no vemos el marco del espejo. El mar está lleno de tiburones, pero también está lleno de tortugas con pesados caparazones que te piden ayuda no para que las lleves a ningun lado, sino para que ralentices tu camino o te quedes con ellas, con las tortugas. Y así el hombre se convierte en un desgraciado o la mujer en una sumisa, así el hombre termina por hacer lo que cree que está bien y lo que cree que es bueno, mientras que la mujer, fruto del maldito machismo imperante y que va transmitido en el ADN de esas estructuras de personalidad y valores que comentaba en la infancia, tiene todos los ingredientes para sentirse sometida por el peor de los malvados, que no es otro que el hombre que no se quiere a si mismo y que, por tanto no sólo no la querrá a ella tampoco, sino que necesitará humillarla y hacerla sentir aún más pequeña para sentirse falsamente feliz a tiempo parcial. De la nada se alcanza el todo, un truculento todo que se construye a base de esa falta de estructuras, de incoherencias que se materializan en indecisiones, de mentiras, de violencia y de mucha falta de cariño. Como te comentaba Luna lunera, no puedo evitar fijarme en estas cosas y sentir un poco de desazón ante lo que me rodea, pero entiéndeme lunita, es imposible bañarme en una piscina sin mojarme y es imposible andar sin pisar el suelo, aunque haya gente que crea que lo hace o ponga dispositivos artificiales para hacerlo. Así pues hoy Soledad dormirá en el sofá y me iré a la cama con Desazón, ya que hacía mucho que no la acompañaba entre tanto stress, viajes y carnavales. Sigamos andando por el camino de losas amarillas pero no mirando las losas sino el maravilloso paisaje que a nuestro paso nos abraza, nos deleita y nos regala instantáneas inolvidables e infinitas en nuestra retina, nuestra mente y a veces, muy pocas veces, nuestro corazón. Hasta mañana Luna lunera.

jueves, julio 11, 2013

Lo normal

Esta semana pensé en secuestrarte en mi casa... luego miraba tus fotos al irme a dormir... y aunque no tengo siquiera fotos de tí, deja que te explique qué es lo normal, cual es mi normalidad, deja que me abra un poquito desde esta falta de estabilidad social pero estabilidad personal que bebo, disfruto, reflexiono y sobre todo digiero. Lo normal es mirarte a los ojos, a esos ojos que sonríen además de mirar, a esos ojos que son los aunténticos patrones del alma, los que dirigen, mandan, ordenan y sobre todo asienten tantas veces al minuto como respiraciones tiene mi alma, mis pulmones y mis sentimientos. Lo normal es querer cogerte una mano que apuesto que será suave y delicada, no como la mía que sabes que es áspera, fruto de esos trabajos de los que tanto me he quejado, tanto se han aprovechado y tanto me han explotado y no porque haya estado picando piedra, sino porque bien sabes que un minuto de mi vida no tiene precio y de la tuya... no lo quiero ni imaginar. Lo normal es, desde la altura que pueden dar 29 primaveras, soltar la escopeta, dejar el coto al que nunca quise apuntarme y encontrar en ti una oportunidad que muchas quisieron darme pero que no quise o no quisieron aceptar. He visto tanto en tan poco, he visto grandes caidas, grandes acontecimientos, grandes celebraciones, grandes tratos y grandes personas... Lo que veo y lo que aprendo no sirve más que para asegurar un tiro, para ver mas allá, volverme más reflexivo y, si algún día te elijo, saber que no te elijo desde la necesidad, sino desde la libertad que me regaló mi gran amiga Soledad. Me como los kilómetros si hace falta, me como la provincia y me como mis cojones si hace falta, pero no me pidas que me coma la dignidad que una vez la probé y la indigestión me duró casi un año. No soy nada especial, soy una persona normal que busca en la normalidad lo especial porque sabe que lo especial es ser normal y que lo normal es sentirse especial, porque la normalidad es comprender, empatizar, sonreir, andar, estar (o no) de acuerdo, correr, dormir, soñar, mirar el cielo azul y perder la vista observando golondrinas, hacer el tonto, estar todo el día en el coche cantando, enseñar a los ángeles a comerse petit suisses de plátano, leer, jugar, llorar, querer, abrazar, trabajar, estudiar, opositar y seguro que algún día aprobar y ser ese maestro que esta sociedad presa de sus miedos, sus complejos y los malditos hijos de puta que nos gobiernan, necesita. Mientras cambio el mundo, acompáñame a cambiar el mío primero, a crear esa base desde la que disparar ideas, opciones B y música, mucha música, percusión, cuerdas y carnaval, mucho carnaval. Eso es lo normal, esa es mi normalidad, no me pidas cerveza ni tabaco que no quiero morir aún más joven, no me des redbules ni actimeles que no quiero ser ni mas fuerte ni inmortal, solo dame cultura y un papel y un lápiz que es sólo así como seré fuerte en inmortal, no me pidas que vaya a 140 porque no me quiero matar (lo normal) no me pidas que chille, que te trate mal como a mí me trataron (lo normal) porque sé lo que es temblar de miedo con los huesos contra la pared, porque sé lo que es la angustia, pero también sé lo que es el amor ¿tu no? pues ojalá algún día este camino de losas amarillas nos acerque y te lo pueda mostrar y si no te lo muestro yo que te lo muestre alguien porque merece y mucho la pena. Eso es lo normal, que no lo frecuente, si compartes mi normalidad o peor aún si me ves especial por hacer una alegoría a tanta normalidad, quizás también seas especial, o quizás seamos dos mediocres... sea como fuere lo importante no sería el reino al que pertenezcamos, lo importante sería que pertenecemos al mismo reino. Quiero saber que te pasa y que, por fin, te enamores de mí.