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viernes, abril 05, 2013

Luna lunera

Quién me iba a decir a mi, luna lunera, que ibas a estar tan cerca. Quién me iba a decir que la luna no sólo da luz blanca sino que da una luz azul, una luz que hasta respeta a las sombras, porque es magistrada en empatía, simpatía y un infinito repertorio de virtudes que hacen describirte, luna lunera. Yo que te he hablado en tantos y tantos artículos, yo que buscaba en mis artículos anteriores la comprensión de tu luz, yo que he buscado en tí la inspiración, la vida, la muerte, las lagrimas, las sonrisas y todo aquello que se escapa del corto raciocinio del mundo y del largo raciocinio de los locos. Te busqué y esperé pacientemente a que la luna llena llegara, sin tener calendario, ni saber si volvería a llegar, pero una noche volvió a salir la luna e iluminó tanto que se volvió a hacer de día. Tanto poder de atracción tenía la luna, que los relojes se adelantaron una hora para que el mundo al despertarse pudiera despedirse de nuevo de la luna, y poder saludarla cada nueva noche. En esa infinita emisión mitad fotón y mitad ondulación, irradia valor añadido, despierta por la noche, no deja ni dormir, acaricia el alma, sonríe, siempre sonríe... ¡y eso que es la luna! La luna pinta de plata los mares como bien lo saben los gaditanos, iluminan al injusto impidiéndole actuar con alevosía al arropo de la noche, acompaña a los enamorados, adorna perfectamente la inmensidad infinita de purpurina, conduce la noche, invita al día y da los buenos días a la tarde, una y otra vez por siempre y para siempre. Un marinero en tierra se ahoga enseguida, pero una noche sin luna no respira y yo tengo demostrado que sin luna no me inspiro de la misma manera que cuando sólo me la imaginaba, como puede leerse en mis artículos anteriores, ni ahora que se me ha caido encima, quizas de tanto buscarla, quizás de tanto desearla, quizás de idealizarla. Pero que me quiten lo "bailao", porque hoy me acuesto mirándote desde la ventana con los ojos cerrados, porque tú mejor que nadie sabe que para ver bien a la luna hay que cerrar los ojos, y no porque la luna no sea bella, que lo es, sino porque su cara oculta es todavía más maravillosa, y de eso estoy convencido. Buenos días Luna, buenas noches, mundo. Voy a buscarte entre la inmensidad oscura gracias a tu camino de estrellas.