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viernes, agosto 06, 2010

Ay pequeña escalera...

Ay pequeña escalera, de madera, que cumples más de cien años a tus espaldas, y ¿Quién lo diría? sigues tan joven como el primer día.
Has vivido momentos felices y no tan felices, has vivido una guerra miserable entre hermanos, has vivido amores imposibles, posibles y has visto tanto como la luna de mi capítulo anterior, o quizás más porque la luna, con sus rayos, nunca llegó a esas esquinas, a esos recodos de la entreplanta que es donde, precisamente, más contenido se esconde en el continente de tu existencia.
Permíteme que te describa, ya que muchos no te conocen, no por gusto, sino porque no han coincidido.
Eres de roble macizo, o quizás de un buen pino tratado, no lo sé (porque no terminé aquel curso de carpintería donde el profesor sólo buscaba montadores de puertas de cocina), conservas ese brillo de mueble nuevo, o de mueble limpio como aquel anuncio de Pronto en el que una señorita se lanzaba en plancha y resbalaba sobre una gran mesa (ese anuncio alimentó ilusiones de una generación entera), con una barandilla algo mayor para su edad, chirriante, mal cuidada y usada, muy usada, tocada por muchas manos, menos de las que quisieran ellos y más de las que quisieran ellas, aunque son menos de las que quisieran ellos y menos de las que, realmente, quisieran ellas.
Es una escalera que ha sabido mantener a raya a la carcoma, con un veteado poco muy señalado y profundo (seguramente de buena familia arbórea), con los escalores inclinados en forma de u en su parte dentral debido al peso, el tiempo y el uso.
Una escalera que es enemigo del silencio, por eso no se hablan y éste nunca esta a su vera cuando alguien la está subiendo, una escalera poco condescendiente con los secretos ajenos y con las horas intempestivas.
Enemiga de ladrones y amiga de gente de bien (que no buena gente), amiga de los años y enemiga de las termitas.
Tú supiste lo que es una república, lo que es un Rey que se va de un país desquiciante, como decía Alfonso XIII, fuiste la María Magdalena de aquel hombre, que, sin saber ni leer ni escribir recibió un disparo de realidad y de bala al gritar ¡Viva la república! por quién despues subiría y bajaría esa misma escalera miles de veces sin ningún remordimiento.
Tantos amores dejuventud ham pasado por tus escalones, desde los más tímidos besos de dos quinceañeros, hasta las pasiones más desatadas de quien no sabe no quiere o no puede encontrar el edén soñado en sus humedas noches de soledad y que, junto a ansiedad y la impaciencia, te convierten a tí en poco menos que el descanso del guerrero,a tí, a tu edad.
Los tiempos cambian, vieja escalera, pero hay cosas que no cambian, como las caidas sobre tus escalones, y las distintas reacciones tras ella, o la subida precipitada de aquella joven que sube los escalones de dos en dos, con tanta prisa que, aunque parece acabar en caida, siempre consigue subir y realizar su propósito.
O aquellos pequeños niños a los que tus escalones se les hace todavía una Odisea, pero sin Hércules Telémaco y compañía, y deben subir escalón tras escalón, paso a paso, poco a poco hasta conseguir su meta.
En la forma de subir escaleras podrías describir una curva de Gauss, tú, que además de sabia, eres matemática, porque miles de veces han sido contados tus escalones, medidas tus alturas y calculadas tus pendientes.
Eres, señora escalera, toda una enciclopedia ahí a mis pies, y aunque hay mucha gente que realemente traten las enciclopedias con la punta del pie (los que aún conozcan qué es una enciclopedia), te pido mil perdones por, cada vez que necesito subir, tener que pisar tus veteadas canas marrones de historia.
Dios te salve muchos años de llamas imprevistas, previstas y decoradores que van más allá de la cordurá.
Hasta mañana, escalera.

Es un tributo muy especial a D. Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera)