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domingo, noviembre 22, 2015

Dos años en un suspiro

Han pasado dos años desde mi última entrada y he decidido, desde tierras de Jaén, retomar una serie de relatos que son como las estatuas, no van a ningún lado, pero viajan, se mueven, reflexionan y a veces, hacen reflexionar. Mucho ha cambiado mi vida en dos años, desde mover el cerebro a mover las piernas por dinero, desde soñar con no quedar el último en una comparsa hasta ganar un primer premio... ¡Incluso cambió el sexo de los componentes! Desde calcular combinaciones de un cercanías lejano, paciente y limitado, hasta plantearme la bicicleta, el coche eléctrico y por qué no, la vivienda autosuficiente. Dicen que los sueños, sueños son y los míos se cumplen a cada instante. He cultivado de mi propia mano, he visto crecer y veo a un sol que emana rayos de vida, de luz, de inocencia y de honradez, tengo la inmensa suerte de que el aire fresco, puro y limpio acaricie mi cara, una cara que vislumbra los primeros signos de una vida vivida, nunca mejor ni peor que ninguna, simplemente vivida. Es aquí en la tierra donde los olivos son un ejercito que atesora oro licuado, espero, brillante, amargo y oleoso, donde se me ha caído la manzana de Newton (en este caso una oliva del sur, es decir una aceituna) que me ha hecho cavilar. Es aquí Luna mía donde te sigo diciendo lo mucho que te quiero, donde te miro a la cara como nunca he dejado de hacer, como en la soledad de la motocicleta, como en el calor de la familia, como en la claridad de mis noches o como en la negrura de mis días. Con sobredosis de empatía, como antaño, con esa capacidad de no recordar casi nada pero centrarme en el detalle, en la gota de rocío que baila sobre el pétalo o en los rayos de sol que se cuelan sin permiso por las aperturas que las cristaleras de mis cortinajes ofrecen, regalan y animan a cruzar. Si me leías antes siento haberte hecho esperar, sino, bienvenido, en cualquier modo, quiero recordarte que las entradas de mi blog pueden que sean más terapia para mí que para tí, aunque agradezco enormemente que estés ahí regalándome ese minuto de tu vida, que no volverá y que has dedicado en estar junto a las letras que minuciosamente he combinado para mí, para tí. Tengo fuente de inspiración, me quedan pinceladas de creatividad y sobre todo, tengo dos manos que aún pueden tocar en este piano de letras una canción que al menos suene agradable. Exigente como siempre, paciente como nunca, recuerda con mi sonrisa por bandera, la palabra como espada y los oídos como escudo cruzando este camino que nunca para, con la mesura en la mochila, la envidia en la suela de los zapatos y la maldad, en la taquilla de la pensión que dejé atrás. Tengo la enorme suerte de poder contarte lo que pienso y lo que siento, tengo el privilegio de poder ser libre en esta parcela mía y sobre todo, tengo suerte de poder haber visto ponerse el sol esta misma tarde. El resto, son problemas menores. Me alegro de verte, me alegro de verme y te regalo mi sonrisa. Recuerda que lo importante no es sonrisa, sino que estés vivo para verla. Salud y nos vemos en próximas entradas de Blog.