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miércoles, octubre 16, 2013

Una de psicología...

No te esfuerces, no te servirá de nada, no quieras alcanzarla, ella será más rápida que tú, pero eso no es motivo de desazón ni tristeza, el determinismo en su grado más justo se encuentra ahí, tu verás como convives con él. No presumas de coherencia, la coherencia como tal no existe porque en un mundo multifactorial, multicausal y multiefectista en el que vivimos todo se relativiza hasta tal punto que, el más cuerdo de los pensadores podría volverse loco, pero de remate. El mundo no es malo ni el mundo es bueno, el mundo te da pero no te quita, sino que eres tu con tus elecciones (que a la vez son descartes) el que te quitas de enmedio herramientas para la vida o te las vas creando en función de tus aparentes necesidades (aunque otro debate sería saber qué son necesidades). Hoy me he propuesto desahuciarlas de una vez por todas porque llevan demasiado tiempo aquí y, sinceramente no em están haciendo un favor, las veo como poco a poco van llenando de agua mi barquita que, aunque no es muy grande, es mía y mientras se llena de agua pensaba en lo malo que sería que la barca se llenara de agua porque podría hundirse. Hoy, por desgracia la barca se lleno pero la vida, que tanto te da y tanto te quita, me quitó el mar de mi alrededor para que no me hunda, así pues ando metido en una barca llena de agua pero sobre tierra firme, en una especia de bañera. Tonto no soy y nunca lo fui aunque hace poco me demostraron que tampoco era tan listo como creía, sea como fuere, se que las aguas vendrán y que lo que hoy es tierra firme, mañana será un océano tan atlántico como algunos de mis recuerdos de niñez o de adultez, por tanto toca coger el cubo y comenzar a achicar agua antes de que venga el agua para, cuando venga no sólo el océano, sino las grandes mareas, poder cruzar ríos y mares, orillas y cordilleras, mesetas y valles. Esta vez no harán falta ver naufragios para levantar la cabeza, porque no hay mejor naufragio que el que uno pueda tener y no hay mayor motivación que la que uno se cultiva desde sus necesidades, limitaciones y sobre todo, responsabilidades. Anochece en la Villa de Cantillana mientras asumo y redescubro aquel libro, aquella vieja canción y la más vieja de las amigas, la soledad que me acompañó desde la primera noche que nací y que me ha llamado a la puerta: - Pasa y espero que no te vayas en un buen tiempo, dime que me quieres y no vuelvas a dejar que me vaya por ahí. Esta semana que ha pasado han ocurrido dos hechos muy curiosos, me he cruzado con dos exparejas de esas que lloraban cuando las dejé diciendo que era superinjusto, que era el hombre de su vida y sobre todo, que lo que pensaba sobre ellas no era cierto (de una decía que no había cerrado su anterior relación por motivos que a mi entender eran suficientes, mientras la otra me reconocía que jamás se fijaría en ciertas personas y que, por supuesto eran imaginaciones mías). Aunque mucha gente opina que me gusta llevar la razón (y por eso no son mis amigos) por desgracia de nuevo la llevaba y mientras una me agradecía la decisión de dejarla (pues hoy es superfeliz con la pareja con la que decía que ya no estaba enamorada) la otra me reconocía que llevaba razón y que, su amor hacia mí no era para tanto (salió con personas con las que, según ella jamás saldría). Detesto tanto llevar la razón en algunos momentos que me encantaría poder equivocarme y decir: si, lo siento me equivoqué, pero no es así, al final no es que acierte ni lleve la razón sino que sigo el camino de la previsibilidad. si voy andando descalzo sobre cristales no voy a llevar la razón o dejar de llevarla al decir que me cortaré y sangraré, tan sólo me limito a describir la consecuencia del hecho y todos se afanan en decir: "ea ya quiere llevar la razón", finalmente sangras por los pies a causa de los cortes y todos te dicen "ostras Jose, llevebas razón" y yo respondo "razón no, es que se veía venir". Me encantan las sorpresas y el fijarme tanto en los nimios detalles hace que me sorprenda con el nudo de la madera de un simple tirachinas, una tarde mirando mis queridas golondrinas o una tarde cantando con mi comparsa. Es momento de labilidad, lo sé, pero nunca fue momento de perder el norte y mi norte está aquí en mis palabras, en mi expresión en mi pequeña, sucia y ruidosa casa, pero en mi casa, en mi barquita, en mi océano y sobre todo, en mí. Decía Freud que el amor no es más que la proyección de ego, por ello para querer hay que quererse en primer lugar y por ello es necesario achicar el agua de la barquita para pensar luego en el mar, un mar con animales de todo tipo, con mucha agua y con mucha sal, una sal que cuando tienes heridas, en primer lugar hace que te escuezan, pero después las cura.