¿Qué buscas?

lunes, octubre 07, 2013

La terapia del carnaval

Antes que nada quiero agradecer a tantos ojos que dedican un pequeño trozo de su vida, de esa que ya no vuelve jamás, a leer estas líneas, porque de tantas cosas que hay para hacer en la vida, que elijan leer unas palabras que, humildemente, salen del corazón, es para estar como mínimo agradecido, así que esta entrada va pos vosotros y por todos los que os habéis preocupado por mí. Más de los que hubiera imaginado. Hoy, a ritmo de bordón, cuerda y platillo voya disfrazarme de ese gato callejero que maulla en los angostos callejones de la vida, voy a ser ese gondolero de blanco impoluto que canta desde la perfección melódica a tenor, segunda y contraalto. Un mago que no hace trucos, sino que vive, porque mi vida nunca tuvo trucos sino vivencias intensas que hacen que me sienta orgulloso de cómo lo vivo, como lo siento y cómo has conseguido desgarrarme, lo que no mata te hace mas fuerte, y me has hecho mucho más fuerte, por tanto, de nuevo gracias. La vida hay que vivirla desde la razón más empírica y como el bohemio más pasional, como las noches de bohemia que, en su colorida penumbra y su exquisita fotografía, enseñan a vivir, viven y dan lecciones de vida, sin querer, de esas bohemias maneras que embriagan por como son, bohemias, dulces, tentadoras y hasta prohibidas. Un duende que se esconde pero no se pone colorao, porque la vida me ha quitado el colorao aunque me ha regalado dos coloretes que por febrero, como no puede ser de otra manera, se activan bien sea en mi canto, con mi caja o sencillamente con esa radio, con esas canciones y con esas noches en la cama vibrando tal y como lo hice en un lejano 2004 con una presentación tan inmortal como el recuerdo de aquella noche en la que entendí eso de que mi corazón latía a un 3X4, noche en la que el veneno entró en mi sangre, pidió permiso para quedarse y me dijo que cuando quisiera se iría de mi vida. Mi veneno no se irá porque le cerré la puerta, al igual que tu sonrisa que no se me va, no quiere irse y no se irá, o al menos eso creo, espero y deseo. Son muchos los tipos que he soñado con ponerme, todos menos el de ángel caido, porque tengo esa empecinada tendencia a levantarme una y otra y otra y otra vez y más bien sería un ángel levantado. El carnaval te levanta, te chilla, te da fuerzas, y te dice cual es tu sitio, destruye tus relatividades y las convierte en realidades tan palpables que hacen reordenar tus paradigmas desde la conciencia que a veces perdemos y el carnaval nos recupera en bandeja de plata, como su tacita infinita creadora de todas esas joyas inventivas eternas, efímeras pero siempre infinitas, como tu playa, como tu luz, como nuestra luna... como mia mor por tí. Sonríe que tenemos motivos para hacerlo, levanta la cabeza y anda por esa calle, no sigas a la sombra y vuelve a que sea ella la que te siga, anda, y da esos pasos porque los charcos no son arenas movedizas y nunca harán ni permitiré que el agua te salpique si en la más baja de tus costuras o en esos zapatos o en esas cuñas. Paso firme en este camino que no cesa, que no para y que no espera a nadie, porque nos va empujado a la desembocadura manriqueña inevitable desde el nacimiento en la serranía de nuestra infancia, algunos como el Genil y otros como el Misissipi, pero no te equivoques, todos con agua y con la suerte de que cada río elige sus propios cocodrilos. En el mío no se baña casi nadie, sólo tu, me costó mucho limpiarlo pero lo tengo bien limpio y sobre todo he conseguido que su ribera cree bosques de galería que calman el clima, ofrecen tranquilidad y un recorrido más que apetecible hacia una desembocadura tranquila, bonita y digna del mejor de los ríos de este planeta, a veces tan grande y otras veces tan pequeño, fugaz y microlativo. Seguiré siendo el que bebe en Mc Donald´s del propio vaso, el que canta y tararea carnaval por los poros de sus epitelios, el que sonríe desde la complicada, concienzuda, tenaz y compleja mente que alguien me dio. Un día decidí quitarme los zapatos para andar este camino, decisión de la que no me arrepiento porque quién se arrepiente no es quién ha hecho algo indebido sino quien no hace lo que ha querido, porque el valiente no es quien mata sino quien deja vivir y sabe que no existe monstruo que le pueda, porque quien interioriza el perdón, vive mejor, duerme mejor y crece. Permitidme que aunque os dedique este post, recuerde sobre todo a la sonrisa eterna, a la muerte en vida del amor pero al amor vivo pese a la muerte, a la voz aguda y a la agudeza vocal, a la estabilidad en construcción y a la construcción de la estabilidad pero sobre todo al llamador de ángeles y al ángel llamado, que nunca caído porque, desde la altura de la fuerza, la razón y porque no decirlo, el amor tan grande que te tengo, descubro que tienes mucho en común con el carnaval de hecho, te llamas como mi comparsa favorita: La niña de mis ojos. Descansad, soñad, sed felices y vivid, que hoy pasó otro día más.